Larry Crabb dice: “A la mayoría de la gente que vive grandes temores personales, se le puede ayudar enormemente mostrando un interés genuino y participativo. Saber que soy una persona amada, me da la fuerza para confrontar mis problemas y me ayuda a creer que Dios me ama. Una iglesia que ama me da seguridad. Gracias al amor de Jesús, me siento identificado con los demás creyentes. Esto es una verdad maravillosa.” (Die Last des Andern, pág. 164)
Para vivir y experimentar este compañerismo sanador, el escuchar activamente es de gran importancia. Saber escuchar tiene que aprenderse. Los siguientes consejos te pueden ayudar en esta tarea:
- Ponte mental y emocionalmente en el lugar de la otra persona (empatía).
- Concéntrate totalmente en lo que te está contando y en lo que quiere decirte.
- Concéntrate más en escuchar y no tanto en preparar la respuesta correcta. Cuando la otra persona termina de hablar, puedes pensar cómo responderle.
- Deja que la persona hable. No es necesario que domines la conversación. No le interrumpas en el caso que no estás de acuerdo con lo que dice. Recuerda que escucharle no significa que apruebas lo que dice.
- Sé atento y no te dejes desviar por tus propios pensamientos y sentimientos.
- No termines las frases del otro.
- Dale señales claras que demuestran que estás escuchando atentamente.
- Haz un breve resumen de lo que ha dicho (p. ej. “¿Quieres decir que…, correcto?”
- Muestra con tu lenguaje corporal que te estás concentrando totalmente en la conversación (p. ej. contacto visual, asentir con la cabeza).
- Permítale hacer pausas. Puede ser una señal de confusión, miedo o desconcierto o puede ser que está pensando.
- Hazle preguntas claras y alentadoras (p. ej. “¿Podrías explicar este punto un poco más detalladamente?“)
- Respóndele con frases cortas y confirmativas (p. ej. “Suena interesante, ¿cómo te sientes al respecto?“)
- Si las respuestas son muy subjetivas o unilaterales, podrías preguntarle lo siguiente: “¿Viéndolo de otra perspectiva, no podría ser que…?” O “¿Y, no hay otra forma de verlo o interpretarlo?”
La persona que pregunta dirige y ayuda. Muchas veces es conveniente dirigir una conversación utilizando preguntas buenas y concretas. Cuanto más concreta es tu pregunta, mejor entenderás al otro y podrás ayudarlo a encontrar una solución. De tal manera, el otro se siente apreciado.
Buenas preguntas…
- Producen cercanía y simpatía.
- Permiten entender los pensamientos y sentimientos de tu prójimo.
- Abren puertas que estaban cerradas.
- Dirigen una conversación en la dirección deseada.
Los siguientes ejemplos de preguntas te darán algunas ideas de cómo dirigir una conversación hacia la dirección deseada en el caso que alguien se acerque a ti y pide tu consejo con un problema.
- ¿Cuál es tu problema?
- ¿Cuándo surgió? ¿Cuántas veces?
- ¿Quién está o estaba implicado/afectado?
- ¿Qué es lo que quieres cambiar?
- ¿Qué hiciste hasta ahora para solucionarlo?
- ¿Dónde ya buscaste ayuda?
- ¿Cuáles son posibles soluciones?
- ¿Quién te podrá ayudar?
- ¿En qué podría ayudarte yo?
Escuchar activamente y hacer buenas preguntas muestra a la persona que no solamente estás interesado en su problema, sino que te interesas por sus pensamientos, sentimientos, expectativas, valores, limitaciones y especialmente por su potencial.
Si las personas en tu alrededor se dan cuenta que tu interés por ellos es real y que estás dispuesto a escucharles activa y atentamente, abrirás la puerta para que ellos hablen de cosas personales.
Nunca olvides que al hablar con personas que buscan ayuda debes estar „listo para escuchar, y ser lento para hablar y para enojarte.” (Santiago 1:19)