Todo creyente cristiano tiene una Biblia (o debería tener una). Muchos incluso tienen la Biblia en varias traducciones. Al mismo tiempo, existe mucha inseguridad acerca de qué es realmente la Biblia.
Como Iglesia Menonita Concordia nos adherimos en nuestro estatuto al Pacto de Lausana de 1974, el cual asevera en su segundo artículo:
“Afirmamos la divina inspiración, fidelidad y autoridad de las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, sin error en todo lo que aseveran, y que son la única norma infalible de fe y conducta.”
Antes que mis estimados lectores se duerman por tantas palabrotas, déjenme explicarlas.
La inspiración se refiere a aquella influencia del Espíritu Santo en los autores bíblicos (2. Timoteo 3,16-17, 2. Pedro 1,20-21), mediante la cual, Él les guió para que pudieran ofrecer un registro escrito fiel de la revelación divina (es decir, los actos poderosos de Dios y palabras proféticas que los interpretaban). Debido a esto, la Biblia realmente es Palabra de Dios y no puede ser comparada con otros libros.
Por esta obra inspiradora del Espíritu Santo, el creyente moderno puede estar seguro que la revelación original, la cual fue experimentada por los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles como testigos del ministerio de Jesús, fue registrada fidedignamente, sin error en todo lo que se asevera (!), en cada una de las páginas de su Biblia. ¿Por qué esto fue necesario? Dios no repite su revelación salvífica para cada generación nueva de la historia. Así, yo como creyente moderno tengo acceso a lo que Dios quiso comunicarle en un determinado tiempo del pasado a toda la humanidad.
Aparte de preservar la revelación original para todos los tiempos, la inspiración bíblica confiere poder a las palabras de la Biblia, ya que, como Palabra de Dios, ella es eficaz para la salvación y redención del hombre. Yo no necesito, por lo tanto, los escritos de otras religiones, o las tradiciones de la iglesia (aunque puedan ser beneficiosas), para llegar al conocimiento pleno que permita mi salvación y posterior transformación. El Espíritu Santo utiliza las palabras inspiradas de la Biblia para hablarme hoy e iluminar a toda la iglesia de acuerdo a su voluntad. Esto significa que la Biblia es la única norma infalible, a la cual toda la iglesia debe someterse.
Como el lector atento de este artículo notará, la Biblia quizás sea la obra más importante del Espíritu Santo. Y por este poder, el estudio regular de la Biblia contiene una promesa tremenda. Así John Piper escribe:
“Aun en los días en que las cenizas de nuestra alma ya están frías, si nos arrastramos hasta la Palabra de Dios y pedimos a gritos oídos para oír, las frías cenizas serán encendidas y la diminuta chispa de vida se avivará.”