En el artículo “¿qué es la Biblia?” definimos la esencia de la Biblia. ¿Pero cómo se llegó a aceptar solamente un determinado número de escritos en la Biblia (y no más)?
La iglesia históricamente respondió a esta cuestión con el canon de la Biblia. El término “canon” (del griego ho kanon) originalmente denotaba significados como “pauta”, “regla”, “escala” y “modelo” en el ámbito de las artes. A finales del siglo IV, ho kanon llegó a designar a los Escritos Sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento. La palabra se refería, por lo tanto, a aquellos libros que tenían una autoridad normativa en cuestiones de fe y práctica cristiana. La Biblia (en la versión de protestantes y evangélicos) cuenta con 66 libros canónicos, 39 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento.
¿Cómo se llegó a formar el canon del Antiguo y Nuevo Testamento?
Con respecto al Antiguo Testamento, Dios primero comunicó mensajes individuales y autoritativos a sus profetas, quienes los proclamaron al pueblo. Estos mensajes fueron registrados fielmente (por ejemplo: Éxodo 24,1-4). Posteriormente, estos mensajes individuales llegaron a formar libros, a los cuales todos debían obedecer (por ejemplo: Deuteronomio 31,24-26, Josué 1,8, 2. Reyes 22,8-20). Aquí ya existía una noción canónica. Como tercero, los diferentes libros autoritativos fueron coleccionados de acuerdo a temas y lazos comunes. Así, por ejemplo, los cinco libros asociados a Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) fueron agrupados y llamados “la Ley” (Torá). Finalmente, todos los libros del Antiguo Testamento fueron finalizados para el siglo IV a.Cr. (con Malaquías y Crónicas) y agrupados en categorías globales (Ley, Profetas y Escritos). Para el siglo II a.Cr., el canon del Antiguo Testamento en su forma actual ya era reconocido y aceptado como tal.
A diferencia del canon judío y protestante-evangélico, el canon del Antiguo Testamento aceptado por la Iglesia Católica cuenta con más escritos. Entre estos están, por ejemplo, Tobías, Judit, 1° y 2° Macabeos, Sabiduría y varios más. Protestantes y evangélicos consideran a estos libros como escritos apócrifos. Su lectura puede ser de beneficio personal, pero ellos no tienen una autoridad normativa en cuestiones de fe y vida cristiana. Estos libros no pertenecían al canon original de los hebreos y de Jesús y sus discípulos. Estos llegaron a formar parte de la Septuaginta, una antigua traducción griega del Antiguo Testamento, y de ahí fueron aceptados en la Vulgata Latina (la Biblia oficial de la Iglesia Católica). Por no formar parte del canon original, estos libros fueron rechazados acertadamente por los reformadores protestantes del siglo XVI.
Con respecto a la extensión del canon del Nuevo Testamento, no existen desacuerdos entre las grandes tradiciones cristianas y todos aceptan plenamente los 27 libros que lo componen.
La formación del canon del Nuevo Testamento comenzó con las palabras del mismo Jesús, cuya enseñanza y cuyos actos exigían la misma autoridad que el Antiguo Testamento (Mateo 5,21-28; 24,35, Juan 7,17; etc.). Esto fue reconocido plenamente por los primeros creyentes (Hechos 3,19-23; Colosenses 3:16; 2º Pedro 3,1-2; Hebreos 1,1-3). Después de la ascensión de Jesús al cielo, las palabras y los hechos de Jesús y la interpretación autoritativa de las mismas, estuvo ligado a la autoridad de los doce apóstoles y Pablo, quienes fueron testigos de Jesús y llamados por él mismo para esta tarea. Los escritos ligados a ellos, por lo tanto, fueron considerados Palabra de Dios a la misma altura que los escritos del Antiguo Testamento (Gálatas 2,9; Efesios 2,20; 1º Timoteo 6,20; 2º Timoteo 1,14; 2,2; 2º Pedro 3,16; Judas 3; Apocalipsis 21,14). El reconocimiento de las palabras de Jesús y los escritos ligados a los apóstoles se consolidó durante el siglo II d.Cr. La mayoría de las listas canónicas que circulaban en aquel tiempo correspondían, con variaciones menores, con respecto a los 27 libros de nuestro Nuevo Testamento actual. Claramente existía la noción de que el canon del Nuevo Testamento se reducía a los escritos con autoridad apostólica. Este consenso eclesial acerca de los libros autoritativos del Nuevo Testamento se fortaleció en toda la iglesia durante el siglo III d.Cr.
Finalmente, este acuerdo implícito acerca de la delimitación específica del canon del Nuevo Testamento fue hecho explícito durante el siglo IV d.Cr. Primero la letra pascual de Atanasio de Alejandría del año 367 concreta una lista de libros canónicos, idéntica al canon actual, que representaba el consenso de toda la iglesia. Y, como último, durante un sínodo dirigido por el Papa Dámaso I (382 d.Cr.), se confirmó el canon del Nuevo Testamento como lo conocemos hoy en día. Pero estas confirmaciones no significan que la iglesia haya seleccionado al canon. Como vimos, el canon se fue seleccionando a sí mismo, ya que desde el principio existía un consenso básico sobre su delimitación. La iglesia simplemente se sometió a aquellos libros autoritativos que fueron genuinamente inspirados por el Espíritu Santo y reconoció a estos escritos explícitamente.