Dondequiera que personas se reúnen puede haber conflictos. ¡Los cristianos no somos una excepción! Cuanto más cercanas las relaciones, mayor es la probabilidad de conflicto. Los conflictos no son de por sí buenos o malos. La manera de tratar con ellos puede ser buena o mala y decide si las relaciones son fortalecidas o dañadas. Aquí algunas pistas que pueden ayudarnos a enfrentar de manera positiva a los conflictos:
1. ¡Enfrenta el conflicto tan pronto como sea posible!
Uno de los errores comunes entre los cristianos es reprimir o posponer el trato con los conflictos, porque “un buen cristiano no se pelea con otros”. En Efesios 4:26 leemos:
“No dejen que el sol se ponga estando aún enojados.”
La ira sobre otra persona no es pecado en sí mismo. Hasta Jesús se enojaba a veces. Sin embargo, permanecer en un estado de ira conduce a la amargura. Esto abre la puerta al diablo para ejercer influencia destructora en la vida de las personas (Ef. 4:27). La reconciliación, en cambio, le pone un fin.
2. ¡Habla directamente con la persona en cuestión!
Jesús dice en Mateo 5:23:
“Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda.”
Relaciones no arregladas afectan también a las otras áreas de la vida y a la relación con Dios. Es un gran error suponer que el conflicto desaparecerá por sí mismo. Un enfrentamiento directo entre las partes del conflicto es indispensable. Evita sin embargo hablar negativamente de esa persona en frente de otros. Eso afectará a todo el grupo negativamente y no proporcionará ninguna solución.
3. ¡Escucha y habla con sabiduría!
Santiago 1:19 nos indica cómo se procede en una confrontación:
“Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira”.
Una vez alguien ha señalado que tenemos dos oídos y una sola boca. Esto podría significar que deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos. Si escuchas, te darás cuenta del dolor de la otra persona y podrás simpatizar con ella. Recuerda: las personas que hieren a otros, con frecuencia son personas heridas. Esto te ayudará a ver a la otra persona con ojos diferentes.
4. ¡Ve el conflicto como una oportunidad para crecer!
Los conflictos son oportunidades para crecer en la madurez personal. Cuando los discípulos de Jesús disputaban sobre quién de ellos sería el primero, Jesús aprovechó la oportunidad para transmitir algunas lecciones importantes sobre el servicio y la humildad (Mar. 10:35-44). De este modo, los conflictos pueden ser una parte importante del discipulado.
5. En el último caso, ¡separa a las partes en conflicto!
No necesitamos ser el mejor amigo de todo el mundo. En ciertos casos, un distanciamiento pacífico es la solución. Cuando Pablo tenía la intención de hacer un segundo viaje misionero con Bernabé, no quería llevar consigo a Juan Marcos, porque este le había abandonado en el primer viaje (Hch. 15:36-40). Pablo se distanció de él, dado que el trabajo en conjunto habría sido demasiado dificultoso. Sin embargo, varios años más tarde, Pablo pide expresamente sus servicios, ya que le sería útil (2 Tim. 4:11). Parece que el distanciamiento había sido una ayuda para hacer las paces de nuevo.
A veces será bueno separar las dos partes en conflicto. El distanciamiento puede posibilitar una mejor reflexión. Esta medida, sin embargo, sólo debe tomarse si los puntos 1-4 se han aplicado.
Estas directrices para la resolución de conflictos promoverán relaciones sanas. ¡Dios nos ayude en la implementación!